Cuando decidieron vender la casa de mi abuelo, mis tíos y mi madre marcaron los objetos que nadie quería con cintas que decían “NADIE”, y los cajones, los muebles y las alacenas con cintas que decían “VACÍO” una vez ya no había nada adentro. A mí me dolía leer esas palabras. Parecían poemas mudos pero visibles, que encontraban la manera de gritarme que mi familia estaba desapareciendo.
Exposición individual en Un nuevo error, Belén Granada.
2019, Medellín